Un verdadero liderazgo construye organizaciones ágiles, integrada por personas que pueden aprender a ser líderes, si cuentan con buenos mentores que los impulsen a superarse día a día asumiendo nuevos desafíos sin vacilar. Hoy en día, las organizaciones son lo bastante flexibles para adaptarse a los cambios fácilmente. Pero esto no sería posible si las personas que las integran no promovieran un liderazgo ágil capaz de romper esquemas de negocios arcaicos.
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En esta vorágine que es el mundo empresarial, no hay lugar para la resistencia al cambio, ya que o te adaptas a las nuevas tendencias del mercado o te mueres. Los consumidores de ahora son más exigentes y están más informados. Si no logras captar su atención con un producto o servicio acorde a sus necesidades, es probable que nunca voltee a ver qué tienes para ofrecerle. El nuevo liderazgo se erige a partir de una mentalidad ágil y adaptable que genere organizaciones igualmente ágiles y adaptables.
Los trabajadores de hoy también son más exigentes con la capacitación que reciben de sus líderes. Antes no ponían en tela de juicio las palabras del líder, pero ahora pueden hablar con él al mismo nivel sin que sea una insubordinación. En este artículo, analizamos cómo influye el liderazgo en la agilidad de las organizaciones actuales.
¿Cuál es la relación entre liderazgo y agilidad?
El liderazgo debe permitirle a la persona liderada entender si es factible arriesgarse o no. En el riesgo reside la agilidad. Partamos del concepto de la agilidad. La agilidad en los negocios es la capacidad y voluntad de la organización para adaptarse, crear y gestionar el cambio para beneficio de sus clientes. En otras palabras, significa moverse rápido, no ser rápido. Implica adaptarse rápidamente de un entorno a otro. Para moverse rápido, la base de esa agilidad es tener información suficiente sobre cuáles son las opciones posibles.
La agilidad en las empresas contribuye a generar un modelo operativo que potencia la adaptabilidad y la capacidad de respuesta en cada área del negocio. Al comprender que un liderazgo basado en la agilidad puede impulsar aun más el crecimiento empresarial y el éxito profesional de los colaboradores.
En la naturaleza, el triunfo de la agilidad sobre el anquilosamiento se da en la misma proporción, ya que los animales ágiles están constantemente moviéndose de un lado para el otro y sabiendo qué hacer, en qué momento y qué resultados puede llegar a tener en función de la acción que realizan.
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Entonces, cuando las empresas buscan tener una estructura flexible o ágil, necesitan líderes que fomenten la agilidad en las personas. Pero para eso, el líder debe saber perfectamente dónde la persona puede hacer escuela, arriesgarse en el momento adecuado cuando la transformación es positiva, pero evitar cometer acciones muy apresuradas que produzcan impactos graves, si la situación de la empresa no lo permite.
Para lograr esto, el líder debe alinearse con la agilidad de la organización. Pero si esta no es ágil, el líder puede fomentar su impronta ágil a la cultura empresarial para que todos los miembros se nutran con un modelo de negocio basado en la agilidad. Las personas pertenecientes al equipo del líder recibirán la formación de liderazgo que les permita convertirse también en líderes en el futuro..
Una empresa no puede ser ágil si no tiene un buen liderazgo. Puede ser momentáneamente rápida pero en la primera curva se descontrola. Para ser realmente ágil y tener control de los movimientos que debe realizar, tiene que tener buen liderazgo. Para esto, es importante que estos líderes tengan experiencia y sean muy hábiles ganando dicha experiencia.
Por experiencia no se habla en sentido de vejez cronológica, sino que se asocia a las horas de vuelo que tiene cada persona y la habilidad para capitalizar rápidamente las cosas que van sucediendo. Esto permite que, por ejemplo, dos personas que trabajaron cierto tiempo en un mismo lugar y que le dedicaron ocho horas por días lleguen a dos lugares totalmente distintos aunque parezca que comparten la misma experiencia y antigüedad.
El resultado es que uno va a capitalizar mucho mejor lo que venía haciendo que el otro, porque posiblemente haya pensado fuera de la caja y eso le haya enseñado a querer explorar el mundo, arriesgar más y enfrentar nuevos desafíos. El liderazgo es fundamental para darle espacio a las personas para que prueben y aprendan, y entiendan qué va a suceder y cuándo, lo que le brinda esa agilidad. Y para poner al otro como un aprendiz. Las empresas donde tienen una metodología rigurosa de sistema ágil y las personas no son buenos líderes, en realidad no son ágiles, sino empresas burocráticas con otra metodología distinta.
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En síntesis, el impacto que produzca el liderazgo en la agilidad de las organizaciones dependerá del tipo de líder elegido para generar el cambio y la predisposición de las empresas a cambiar su forma de hacer las cosas. De esta manera, un líder auténtico tomará riesgos sabiendo de antemano sus principales consecuencias y alentará a su gente para asumir los mismos riesgos, confiando en el juicio crítico de las personas que decidieron confiar en él y aceptar su guía como modelo a seguir.
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