Transcurre diciembre y, como siempre en esta época, se hacen balances acerca de aquello que nos dejó el año. El mundo empresarial no es ajeno a esta tendencia, por lo que también se hace una revisión de aquellos aspectos favorables y aquellos que aún hay que ajustar para el año próximo. A nivel general, surge la pregunta de qué hacer y a qué retos enfrentarse cuando se aproxima el 1 de enero.
Sin embargo, hablar de fin de año en las empresas está íntimamente ligado a la planificación, por lo que el final del calendario no siempre va de la mano con el calendario propio de la empresa.
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¿Qué sucede a fin de año?
Muchos empresarios deciden rever el rumbo de sus acciones, empujados por lo que significa iniciar un nuevo año. Culturalmente, el inicio de año significa hacer balances y en las empresas, se traslada a reestructurar procesos y objetivos.
Lo cierto es que la planificación estratégica contempla periodos más largos (de tres a cinco años) por lo que no siempre es necesario que al finalizar diciembre haya que modificar el esquema previsto. En esto, entra en juego un concepto clave: la estacionalidad.
Se define como estacionalidad a la variable que hace referencia al aumento de la demanda de un producto de acuerdo al período de tiempo en el que se encuentre. Esta demanda puede repetirse en algunos periodos mensuales, trimestrales o anuales. Por lo tanto, según el rubro o tipo de empresa, habrá distintas estacionalidades. Se considera que tomar decisiones drásticas a fin de año no es necesario si está por fuera de lo que marca la estacionalidad. Por ejemplo, en el rubro juguetería, la estacionalidad tiene sus picos en los tiempos de Navidad o día del niño. Este es un factor que incide en la planificación de estos productos, por lo que no está sujeto al calendario estrictamente.
La estacionalidad depende de factores como el mercado y la ubicación geográfica, por lo que no se sujeta a un calendario sino al comportamiento de compra y venta de ciertos lugares. Hay más actividades afectadas por la estacionalidad que otras, lo que genera que, más allá de lo que representa el calendario, deban hacer ajustes o adaptarse en ciertas condiciones del mercado.
Tipos de estacionalidad
Se destacan cuatro tipos de estacionalidad:
Diaria: es la estacionalidad que señala un pico de ventas todos los días y a la misma hora. En el sector gastronómico se ve con más claridad, ya que aumenta la demanda en horarios determinados.
Semanal: se produce cuando las ventas alcanzan su punto máximo en algún momento o día de la semana. Por ejemplo, se trata del consumo de bares o bebidas alcohólicas.
Mensual: los picos de ventas se producen en determinados días del mes. Generalmente, esto ocurre con productos que son de primera necesidad y que tienden a escasear.
Anual: la estacionalidad se genera en momentos determinados del año, por ejemplo, cuando depende de fechas especiales como día de la madre, Pascuas, Navidad y algunos feriados.
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¿Qué se recomienda?
Un empresario no debería pensar en fin de año como una oportunidad para hacer cambios bruscos o para replantear por completo su planificación. En estos casos, la cuestión fundamental es ajustarse a lo planificado y respetar que a grandes rasgos y sin condiciones adversas, todo siga igual.
Por lo tanto, el cambio de año no es una variable más importante que la planificación prevista. Si los objetivos tienen cierto plazo para ser cumplidos, deberían ser respetados como tal, y no adelantarse o atrasarse en función de la llegada de enero.
Si bien la coyuntura de fin de año invita a hacer balances y pensar en cambiar o ajustar cuestiones relacionadas a la producción, lo cierto es que el calendario no debería regir la propia dinámica que fue pactada en el momento de planificar, sino que más bien, responde a la estacionalidad.
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