Drew, liderazgo y confianza
Mi trayectoria como líder de Drew ha sido un viaje lleno de desafíos, aprendizajes y éxitos. Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de cómo mi visión personal se transformó en un objetivo compartido por todo un equipo, y cómo la cultura de Drew ha sido el motor que nos ha llevado adelante.
Mi historia (acortada) comenzó en un momento crítico. Provengo de una familia que fundó una empresa industrial, pero por diversos motivos tomé la decisión de renunciar para seguir mi propio camino. Esa decisión no fue fácil, y los primeros años fueron muy duros; estuve al borde de la quiebra. Sin embargo, esos tiempos difíciles me enseñaron una lección invaluable: darles lugar a las personas era la clave para avanzar y superar cualquier obstáculo.
Desde el primer día, supe que liderar con el ejemplo era esencial. En Drew, esto significaba mostrar a todos que estaba dispuesto a trabajar tan duro como cualquiera, asumir responsabilidades y enfrentar desafíos con determinación (algunas noches dormía en la oficina).
Mi compromiso inquebrantable con la empresa y con cada miembro del equipo era evidente, y esto creó una atmósfera de respeto y admiración mutuos. Liderar con el ejemplo también significaba estar presente en cada aspecto del negocio y personalmente con cada uno (a veces de más, pero de los errores se aprende), desde las decisiones estratégicas hasta los detalles operativos más pequeños.
El valor innegociable: La confianza
La confianza es para mí la base de cualquier equipo. En Drew, me aseguré junto al equipo de construir un ambiente donde cada persona se sintiera valorada y confiada para tomar decisiones. Delegar no solo es una táctica operativa, sino una filosofía. Al confiar en las capacidades de mi equipo, les di el espacio para crecer, innovar y aportar sus propias ideas, con lo bueno y lo malo que esto implica. Este enfoque no solo mejoró nuestra eficiencia, sino que también fomenta un sentido de ownership y responsabilidad en cada miembro del equipo.
En el camino, los errores son inevitables. Sin embargo, en Drew, decidimos ver los errores como oportunidades de aprendizaje. Esta mentalidad fue crucial para construir una cultura de innovación y resiliencia. Al aceptar y analizar nuestros errores, pudimos mejorar constantemente y adaptarnos a las circunstancias cambiantes. Fomenté una comunicación abierta y honesta, donde cada miembro del equipo se sintiera seguro para admitir errores y proponer soluciones. Esta transparencia fortaleció nuestra cohesión y nos permitió avanzar con confianza.
Una de las lecciones más importantes que aprendí durante los momentos difíciles fue la importancia de mantener la vista en el futuro. En Drew, esta perspectiva se convirtió (y hoy sigue siendo, incluso) en un principio fundamental. No importaban los obstáculos que enfrentemos; siempre buscamos la siguiente oportunidad y cómo podíamos mejorar. Esta actitud proactiva y optimista impregnó nuestra cultura y nos ayudó a superar los desafíos con una mentalidad positiva y orientada al crecimiento.
Mi objetivo personal siempre fue ver a Drew crecer y prosperar. Estaba tan convencido de este objetivo que esa pasión se volvió contagiosa. Desde el principio, compartí mi visión con el equipo, no solo a través de palabras, sino también mediante acciones concretas. Trabajé y me esforcé para demostrar que el éxito de Drew no era solo un sueño, sino una meta alcanzable con esfuerzo y dedicación; y así fue.
Para alinear a todos con esta visión, utilizo varios enfoques. Primero, día a día involucro a cada miembro del equipo en la toma de decisiones, asegurándome de que comprendan cómo su trabajo contribuye al objetivo general. Segundo, celebramos cada éxito, reconociendo los logros individuales y colectivos, lo cual refuerza el sentido de propósito y motivación.
Además, implementamos programas de desarrollo que permitieron a cada persona crecer dentro de la empresa, por último y no menor, creemos en las personas y en su espacio, existen muchos ejemplos de situaciones que hemos decidido desde lo humano, y no de lo meramente empresarial.
La cultura de Drew se construyó sobre estos pilares: el ejemplo, la confianza, la aceptación de los errores y la visión hacia el futuro. Esta cultura no solo define cómo trabajamos, sino también quiénes somos como equipo. Fue y es un proceso orgánico, donde cada miembro del equipo aporta su energía y creatividad, ayudándonos a crear un ambiente de trabajo dinámico y enriquecedor.
Mirando hacia atrás, estoy orgulloso de cómo hemos evolucionado como empresa y como equipo. La transformación de Drew no fue un proceso sencillo, pero cada desafío superado nos hizo más fuertes y más unidos. Mi experiencia como líder me ha enseñado que el verdadero éxito no se mide solo en términos de crecimiento financiero, sino en la capacidad de inspirar y empoderar a las personas para alcanzar su máxima capacidad.
Y mirando hacia adelante, hoy en un Drew que ya no me necesita operativamente, me siento mucho más orgulloso aún, un equipo sólido, congruente, con ganas de seguir creciendo, pensando e innovando, generando impacto y logrando cosas que ni me imaginaba.
Hoy soy testigo de eventos internos (entre otras iniciativas), como nuestro tradicional design thinking, que fue organizado por tres personas de la empresa, y que me sorprendió gratamente el profesionalismo con el que se ejecutó, las ideas que se trabajaron, y el bienestar de un equipo sano.
Sí, efectivamente, la delegación está dando resultados. Y mucho mejores de los que me imaginaba.
¿Nos dejas un comentario?