Hace un par de décadas Xerox era una de las empresas más importantes del mundo por haber introducido en 1959 la primera fotocopiadora comercial que permitió a las empresas fotocopiar sus documentos en todo momento y prescindir del papel carbón.
En muy poco tiempo, las fotocopiadoras se convirtieron en un instrumento indispensable para cualquier empresa. Muchas dedicaban parte de su espacio de oficina al lugar consagrado donde se hacían todas las impresiones. Además, representó una gran innovación del copiado en seco en una época en que prevalecía el copiado en mojado.
Por su gran trascendencia en aquel momento, Xerox es quizás el mejor ejemplo de una empresa que se volvió demasiado grande y exitosa para reinventarse, pero la burocracia le jugó en contra al momento de sacar sus productos al mercado. En este artículo te contamos cómo se produjo el ocaso de una empresa que tenía todo para continuar liderando el mercado de tecnologías de oficinas, pero que no lo supo materializar.
El éxito que propició la fotocopiadora que no inventaron.
Se decía que se había convertido en prisionera del legado de Chester Carlson. Esa fue una referencia al inventor de la máquina fotocopiadora que se convirtió en la copiadora Modelo 914, que tras su introducción en 1960 se convirtió en el producto industrial más exitoso de la historia.
Chester Carlson, a finales de la década de 1940, había vendido los derechos de exploración y explotación comercial a una empresa que vendía papel fotográfico de nombre Haloid, la cual buscaba desarrollar un método para reproducir documentos.
La compañía acuñó el término "xerografía" para referirse al proceso de fotocopiado. Para 1959, año en el que fabricó la que se considera como la primera fotocopiadora moderna, la empresa ya había cambiado su nombre a Haloid Xerox.
Gracias a sus patentes, la compañía prosperó de forma indiscutida hasta mediados de la década de 1970, cuando otras compañías finalmente pudieron empezar a competir con ella.
Sin embargo, su éxito comenzó a desbancarse en la década del 80 cuando empezó a perder cuota de mercado ante sus principales competidores que le arrebataron el liderazgo en el segmento de fotocopiadoras medianas, y después en las fotocopiadoras de alta calidad con impresiones de color.
Asimismo, en la década de 1980 expiraron sus patentes sobre la tecnología del fotocopiado y fue entonces cuando comenzó el lento declive de Xerox. Desde ese momento, la empresa intentó diversificar su negocio ingresando sin mucho éxito en distintos sectores como el de los seguros y el manejo de inversiones.
Xerox dejó de ser una empresa independiente tras anunciar su fusión con la japonesa Fujifilm para crear una nueva corporación llamada FujiXerox, en la que la empresa estadounidense era el socio minoritario.
De esta forma, Xerox se unió a la lista de otras empresas que siendo líderes del mercado y tras realizar alianzas estratégicas obligadas para sobrevivir, finalmente quedaron en el olvido.
El declive de Xerox.
En 1973, Xerox creó Alto, el primer prototipo de computadora personal, que contaba con el primer procesador de textos WYSIWYG (What You See Is What You Get, lo que en español quiere decir "lo que ves es lo que obtienes"), el primer mouse de uso comercial y la primera interfaz gráfica de usuario (GUI, por sus siglas en inglés).
La empresa de fotocopiadoras no había inventado el mouse ni la GUI, pero los había mejorado al punto de poder incorporarlos en una computadora personal.
Pese a estos avances, la empresa no intentó comercializar esa primera computadora, sino mucho tiempo más tarde cuando ya no era rentable, con el nombre de Xerox Star, pero con un precio excesivo como para ser considerada una computadora personal: US$16.000, 10 veces más cara que la primera PC para negocios ofrecida por IBM ese mismo año.
Pero esta no fue la única innovación en la que la empresa sucumbió ante la burocracia, minando plenamente sus esfuerzos.
A menudo, se burlan de Xerox por haber perdido la revolución de la PC. Pero eso es poco caritativo. Puede que pareciera inexpugnable en 1970, pero ya era un barco demasiado grande y demasiado decidido para darle la vuelta y redireccionarlo en un producto completamente nuevo que sirviera a un mercado que ni siquiera existía todavía.
Lo que no era un barco demasiado grande era su oportunidad de lanzar productos importantes que iban a revolucionar la tecnología, y que finalmente terminaron siendo del conocimiento de sus competidores, cuyas ideas "prestadas" plasmaron como propias en sus diseños posteriores, como se cree que fue el caso de Steve Jobs cuando, tras visitar los laboratorios Xerox, se inspirase en estas tecnologías para crear las Macintosh de Apple.
En definitiva, el gran pecado de Xerox fue la burocracia que sostuvieron al diseñar muchos productos prometedores que pudieron facilitar la vida de los oficinistas, como finalmente lograron empresas como Microsoft, pero sin llegar a comercializarlos por no considerarlos rentables. Finalmente el tiempo les demostró que su falta de iniciativa significó su caída.
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