Durante años, el régimen conocido como “de minimis” permitió que las compras internacionales por debajo de los 800 dólares ingresaran a Estados Unidos sin pagar aranceles. Esta excepción, que fue clave para el crecimiento del comercio electrónico transfronterizo, acaba de llegar a su fin. La decisión de la administración estadounidense marca un punto de inflexión para consumidores, empresas globales y marcas locales, reconfigurando el escenario competitivo y obligando a rediseñar modelos de importación y precios.
El impacto de esta medida es múltiple. Para los consumidores, significa que adquirir productos en plataformas como Shein, Temu o incluso Amazon dejará de ser tan barato como antes. Las compras que antes llegaban libres de aranceles ahora deberán afrontar impuestos, lo que encarece los precios finales y puede modificar hábitos de consumo. Para las empresas extranjeras que dependían del régimen, supone repensar sus estrategias logísticas y fiscales en un mercado tan relevante como el estadounidense.
En este artículo te invitamos a conocer más sobre este régimen, cómo afecta a los consumidores y las ventajas posibles para los comerciantes.
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El régimen de minimis no era un detalle menor: se convirtió en el motor silencioso del crecimiento de plataformas de fast fashion y marketplaces globales. Permitía a estas compañías enviar miles de paquetes individuales sin generar un costo adicional significativo para el cliente. Este modelo funcionaba especialmente bien para artículos de bajo valor unitario, como ropa, accesorios o gadgets, que se volvieron irresistibles gracias a sus precios reducidos.
Con la eliminación del beneficio, la ecuación cambia. Un vestido de 20 dólares en Shein, que antes llegaba al hogar del consumidor casi al costo de lista, ahora podría incorporar tarifas adicionales que superen ampliamente el 20% del valor del producto. En un segmento tan sensible al precio, cada dólar extra puede significar la diferencia entre cerrar o abandonar una compra.
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Shein y Temu son los nombres más mencionados en este nuevo escenario. Ambas compañías habían construido su ventaja competitiva sobre envíos baratos y rápidos desde Asia, aprovechando el de minimis para saltar la barrera de los aranceles. Ahora, se enfrentan a la necesidad de establecer centros de distribución locales más robustos o renegociar acuerdos logísticos que les permitan mantener precios atractivos sin perder rentabilidad.
Amazon, aunque más diversificado, también deberá adaptarse. Su modelo de “global store” que ofrecía productos de vendedores internacionales verá un incremento en los costos de importación. Si bien la compañía cuenta con músculo financiero para absorber parte del impacto, la medida la obliga a reevaluar qué productos ofrecer y bajo qué condiciones.
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El final del régimen de minimis no solo implica dificultades. Para muchas marcas y minoristas estadounidenses, la medida abre una ventana competitiva. Durante años, se vieron obligados a competir contra productos importados a precios artificialmente bajos. Ahora, con el terreno más equilibrado, pueden recuperar cuota de mercado y posicionarse como alternativas más convenientes.
El desafío será aprovechar el nuevo contexto para fortalecer el vínculo con el consumidor, enfatizando ventajas como la inmediatez, la confianza en la calidad local y la trazabilidad de la producción. En un mercado donde la percepción de valor va más allá del precio, las marcas locales tienen la oportunidad de capitalizar atributos como la sostenibilidad, el empleo interno y la seguridad en los tiempos de entrega.
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El fin del de minimis es también un síntoma de una tendencia mayor: el endurecimiento de las regulaciones en el comercio digital global. Estados Unidos busca más control, mayor trazabilidad y una recaudación acorde al volumen real de importaciones. Esto obliga a todas las compañías involucradas a revisar sus procesos, desde el etiquetado de origen hasta la declaración de valores en aduana.
La transición no será sencilla. Las aduanas estadounidenses deberán procesar un mayor volumen de trámites, mientras que los couriers y operadores logísticos enfrentarán la presión de ajustar tiempos y costos en un sistema más complejo. En paralelo, los consumidores sentirán el efecto inmediato en el precio final, lo que podría derivar en una ralentización del consumo transfronterizo.
La medida marca un antes y un después. El e-commerce internacional ya no podrá depender exclusivamente de envíos ultrabaratos para crecer en el mercado estadounidense. Deberá apostar por estrategias más sofisticadas, que incluyan alianzas locales, centros de distribución en territorio norteamericano, mayor transparencia en la comunicación de precios y, en muchos casos, una redefinición de la propuesta de valor.
El consumidor también evolucionará. Al enfrentar precios más altos, tendrá un comportamiento más selectivo y podría priorizar compras en proveedores locales o internacionales con mayor respaldo. En este sentido, la fidelización, la experiencia de compra y la reputación se vuelven tan relevantes como el precio mismo.
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El fin del régimen de minimis en EE. UU. no es solo una cuestión técnica de aduanas, sino un cambio profundo en las reglas del juego del comercio electrónico global. Los gigantes del fast fashion deberán reinventarse, los consumidores aprenderán a recalibrar sus expectativas y las marcas locales tendrán una oportunidad para ganar terreno.
En última instancia, esta medida obliga a todo el ecosistema a reconocer que el precio, aunque sigue siendo decisivo, ya no puede sostenerse como único motor de competitividad. La experiencia, la transparencia y la confianza serán los pilares que definan la próxima etapa del e-commerce.