Los países más futboleros del mundo, cada vez que se realiza el sorteo para elegir la sede del próximo Campeonato Mundial, desean ser ellos mismos los anfitriones y organizadores del evento más popular del deporte. Saben que conlleva una importante inversión y que, si no tienen una economía solvente, pueden incluso salir perjudicados a largo plazo. Sin embargo, esto no es un impedimento para que asuman el compromiso de recibir a todas las selecciones del torneo y a los seguidores de estos países que llegan para apoyar a su selección.
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Países europeos, asiáticos, americanos, latinoamericanos y africanos han desfilado como importantes sedes desde 1930, cuando Uruguay fue el primer país anfitrión en organizar un torneo mundial. Por aquel entonces, solo 16 países se disputaban por la Copa. A partir de ese primer gran evento, la convocatoria se repitió cada 4 años en distintas sedes.
No es una novedad que Brasil es el país que más veces se coronó campeón del mundo con un total de 5 campeonatos, y ha sido anfitrión del torneo en dos oportunidades. Le sigue Alemania con 4 campeonatos ganados, y luego la lista se empareja con varios equipos que acumulan a la fecha entre uno y dos títulos mundiales. Ahora bien, cada país tiene una economía diferente y es por eso que el efecto de la Copa del Mundo es también diferente en cada nuevo país anfitrión.
En este artículo, nos proponemos indagar qué efecto tiene la organización de un campeonato mundial en la economía de un país sede.
Los gastos y ganancias dependen de los requerimientos específicos de la Federación Internacional de Fútbol FIFA, del estado de infraestructura del país anfitrión, la imagen pública que tiene ante el mundo, ubicación estratégica y del turismo que logre atraer. En la actualidad, los requerimientos de la FIFA son cada vez más rigurosos, por lo que cada nuevo torneo incrementa la presión sobre los países anfitriones de cambiar o mejorar la infraestructura para estar a la altura de las expectativas del público.
Como apuntamos al principio, no todos los países presentan una economía estable que les permita repartir los dividendos de las ganancias de manera rentable y escalable en el tiempo, más teniendo en cuenta la portentosa inversión que realizan para cumplir con la infraestructura requerida por la FIFA y demás requisitos para obtener el aval de la entidad. En muchos casos, no representa lo mismo la inversión realizada por un país del primer mundo que una inversión de un país subdesarrollado.
Para ilustrar esta idea, basta con analizar los números de los últimos cuatro campeonatos mundiales, sin contar el que se está desarrollando en estos momentos (Qatar 2022): Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018. Los mundiales de Brasil y Sudáfrica registraron pérdidas monetarias, en cambio los de Alemania y Rusia obtuvieron ganancias considerables que beneficiaron no solo al turismo sino también que permitió la creación de miles de puestos de trabajo nuevos.
En términos generales, las ganancias de los mundiales se reparten entre la FIFA y los países anfitriones. Los derechos de televisado, los patrocinios y la venta de merchandising del mundial pertenecen al dominio de la FIFA, mientras que la organización del torneo y las ganancias por el turismo queda en manos de los países sede.
Según un informe de Goldman Sachs, tras la organización de un campeonato mundial de fútbol, el país sede puede sufrir un efecto rebote en su economía. En estadísticas, esto puede traducirse en una suba del 2, 7% después de finalizado el mundial en su país anfitrión, pero pasado cierta cantidad de meses, la caída es del 1, 4% aproximadamente.
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La FIFA dictamina que para que un país sea anfitrión del mundial debe contar con cierta cantidad de estadios, al menos 12 estadios con capacidad para cuarenta mil espectadores. Además, un estadio debe tener capacidad para 80.000 personas, que debe utilizarse para el acto inaugural de apertura y el de finalización, y asimismo, debe haber dos estadios con capacidades de 60.000 espectadores elegidos para disputar las semifinales. Cabe destacar que la FIFA requiere que cada país anfitrión cuente con gimnasios y campos de entrenamiento para las selecciones.
Como era de esperar, después de los datos arrojados sobre las inversiones y ganancias de los últimos países que fueron sede en un campeonato mundial, podemos inferir que los efectos de la Copa del Mundo en estos países son directamente proporcionales al estado de las economías al momento de tomar las riendas de la organización del mundial. Así, los países más industrializados o con economías más estables como Alemania y Rusia obtuvieron mayor retorno de la inversión en relación con los países de economías más endebles o castigadas, como es el caso de Brasil y Sudáfrica.
Esto lamentablemente es una realidad que deberíamos mirar, trabajar y cambiar para que estas diferencias no sean tan marcadas, y un evento tan masivo y convocante como una Copa del Mundo no se convierta, para un país emergente, en el fantasma de una futura crisis tras ser elegido anfitrión de un mundial.
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Veremos cómo se desarrolla este Qatar 2022 hasta el final y si los números en términos de ganancias son un poco más benevolentes y que el efecto de la Copa del Mundo muestre un panorama mucho más alentador después de tanta oscuridad e incertidumbre que vivimos.