Septiembre de 2025 quedará marcado en la historia financiera argentina como uno de los meses más duros para los inversores locales. En dólares, los activos locales —bonos y acciones argentinas— registraron pérdidas superiores al 20%, un desplome profundo que refleja la magnitud de la desconfianza que atraviesa los mercados.
Esta caída no es un simple episodio aislado: es el resultado de múltiples tensiones acumuladas —políticas, cambiarias y económicas— que pusieron al descubierto las fragilidades del sistema financiero argentino y la elevada sensibilidad de los mercados locales frente a escenarios de riesgo.
En este artículo te invitamos a repasar las causas principales, el impacto en distintos segmentos financieros, cómo reaccionaron los inversores y qué lecciones puede extraer quien convive con esta volatilidad.
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La evolución negativa de septiembre no puede explicarse por un solo factor, sino por la confluencia de varios elementos como la volatilidad política, la incertidumbre cambiaria sumada a las intervenciones del estado, la reversión de expectativas globales que cambian el juego y la exposición de instrumentos de deuda en plazos largos. Pero mejor, veamos detalladamente a qué hace referencia cada punto:
La derrota del oficialismo en provincias clave generó fuertes dudas sobre la capacidad de gobernabilidad del gobierno nacional y su sustento legislativo. Esa percepción alimentó la fuga de capitales, en especial de activos argentinos, alimentando la presión sobre bonos y acciones.
En paralelo, las variables cambiarias mostraron una gran tensión. Hubo ventas de reservas y maniobras para contener el salto del dólar que, sin embargo, resultaron insuficientes ante la caída de confianza.
En un contexto global incierto, los inversores buscaban refugios seguros. Argentina resultó particularmente vulnerable: los flujos se revertían hacia economías más estables, intensificando la presión local.
Los bonos “larga duración” y los emitidos con jurisdicción extranjera fueron los más castigados, al estar más sensibles a los riesgos de crédito, la prima de riesgo y expectativas de defaults.
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Para dimensionar el impacto, veamos cómo se comportaron distintos instrumentos:
En primer lugar, el índice Merval, medido en dólares, acumuló una caída del orden del 21%, una de las peores en años. Por otro lado, en pesos, la pérdida fue menor en apariencias, pero las fuertes devaluaciones subyacentes convirtieron esos retrocesos en pérdidas profundas para quienes estaban dolarizados.
Los bonos soberanos en dólares también sufrieron caídas fuertes —promedios de entre 10% y 20% según el tipo de bono y jurisdicción—, especialmente los de mayor plazo. Además, los ADRs (acciones argentinas que cotizan en EE. UU.) no escaparon: muchas empresas financieras y bancarias registraron retrocesos de hasta 30-35% en dólares en el mes.
Y por último, pero no menos importante, el riesgo país, medido por el EMBI de JP Morgan, se disparó, superando los 1.200 puntos.
Frente al desplome, los inversores adoptaron diversas estrategias defensivas que caben destacar:
No todas las estrategias fueron igual de efectivas, por supuesto. Muchas sufrieron pérdidas también, pero la diversificación y la gestión activa permitieron atenuar el golpe para quienes estaban preparados.
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Este episodio no debe verse solo como una crisis para lamentar, sino como un recordatorio fuerte de las reglas del juego en economías volátiles. Las lecciones clave que debemos tener en cuenta son:
En entornos inestables, la palabra “seguridad” no significa solo rendimiento, sino preservación del capital. Distribuir riesgo y contar con cobertura es esencial.
Los bonos de largo plazo pagan caro en tiempos de estrés. Favorecer instrumentos con vencimientos más próximos puede ser una estrategia defensiva inteligente.
Cambios políticos y medidas de intervención estatal impactan de forma inmediata en los mercados locales. Todo inversor debe estar atento a señales institucionales, anuncios del BCRA y modificaciones regulatorias.
Tener acceso a instrumentos globales diversifica la exposición al riesgo doméstico extremo.
Para las empresas y emisores, estos episodios refuerzan la importancia de dar señales de credibilidad, planes claros y transparencia frente a los mercados.
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La caída bursátil en Argentina durante septiembre de 2025 no fue un hecho aislado ni “exagerado”: fue la materialización de acumulaciones de riesgo y desconfianza en un contexto político y cambiario altamente volátil. Para quienes participan del mercado local —ya sean inversores individuales, empresas o gestores institucionales— este mes deja una advertencia clara: en economías con alta fragilidad macro, no alcanza con optimismo ni buenas intenciones. Se requiere rigor estratégico, gestión de riesgos y flexibilidad para adaptarse al cambio.
Septiembre dejó heridas, cierto. Pero también lecciones que pueden fortalecer la comprensión de cuándo y cómo actuar en futuras crisis.