El sector gastronómico en América Latina ha demostrado que la innovación no siempre está en los sabores exóticos ni en las técnicas sofisticadas, sino en la escala, la logística y la inclusión. Un claro ejemplo es Grido, la cadena de heladerías nacida en Córdoba, Argentina, que pasó de ser un proyecto familiar a convertirse en la red de heladerías más grande de América del Sur, con más de 1.800 puntos de venta distribuidos en Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia y Perú.
La historia de Grido revela cómo un modelo de negocio basado en la accesibilidad y la cercanía puede transformar un producto considerado de consumo ocasional en un hábito masivo, sin perder rentabilidad. Este caso analiza su estrategia de expansión, el funcionamiento de su modelo de franquicias accesibles de Grido, el rol del precio como ventaja competitiva, la innovación logística y los desafíos de mantenerse relevante en un mercado dinámico.
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Grido nació a finales de los años 90 como un emprendimiento de la familia Santiago en Córdoba. La visión era simple, pero disruptiva: democratizar el consumo de helado, un producto que en aquel momento estaba asociado a marcas premium y precios altos.
El propósito de Grido fue claro desde el inicio: hacer del helado un alimento cotidiano y no un lujo. Para ello, se diseñó un modelo que abaratara costos sin sacrificar volumen ni calidad estandarizada.
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Uno de los pilares del crecimiento fue su formato de franquicia inclusiva. A diferencia de otras cadenas que exigen altas inversiones, Grido planteó un esquema con barreras de entrada reducidas para emprendedores locales.
Esto permitió que cientos de familias pudieran abrir su propio negocio con el respaldo de una marca fuerte, un producto de alta rotación y una estructura logística consolidada. La fórmula fue sencilla y poderosa:
Este esquema convirtió a Grido en un motor de microemprendimientos familiares, potenciando la generación de empleo y el desarrollo económico en comunidades pequeñas y medianas.
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El precio ha sido siempre un eje estratégico. Grido entendió que, en mercados con alta inflación y bajo poder adquisitivo, la competencia por volumen podía ser más eficiente que la competencia por exclusividad.
La propuesta se basó en helados de calidad estandarizada a precios accesibles, lo que permitió ampliar la base de clientes a sectores que antes no accedían a este consumo.
En lugar de intentar diferenciarse solo por innovación de producto, Grido apostó a ser percibida como la opción confiable, cercana y siempre disponible, logrando fidelidad de consumidores de todos los segmentos.
Detrás del éxito de Grido no solo hay helados, sino una estructura logística robusta. Su planta en Córdoba es una de las más grandes de Latinoamérica en producción de helados, equipada con tecnología que permite fabricar y distribuir millones de litros al año.
La empresa invirtió fuertemente en logística de frío para asegurar que cada franquicia, incluso en localidades alejadas, reciba los productos en condiciones óptimas. Esto resolvió uno de los grandes desafíos del rubro: mantener la calidad uniforme en escala masiva.
Más allá del precio, Grido apostó a la ubicación estratégica de sus franquicias. La marca entendió que su valor no estaba solo en el producto, sino en estar presente en cada barrio.
La proximidad fue un factor clave para reforzar la idea de helado como consumo frecuente. De esta manera, se pasó de un consumo esporádico a una práctica semanal, especialmente en familias.
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Aunque la base del negocio sigue siendo el helado, Grido incorporó nuevos productos y formatos: tortas heladas, postres, paletas y hasta cafés en algunos locales. Esta diversificación amplió la oferta y permitió captar consumidores en distintas ocasiones de consumo.
Además, la empresa experimentó con campañas de marketing emocional, asociando la marca a momentos familiares, celebraciones y cercanía comunitaria.
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El crecimiento de Grido también enfrenta desafíos:
Más allá de lo comercial, Grido se consolidó como un actor social. Su modelo permitió que familias enteras se sostuvieran con una franquicia, generando empleo y dinamizando economías regionales.
Asimismo, su presencia masiva contribuyó a transformar el helado en un bien cultural cotidiano, accesible en cualquier momento del año y en cualquier barrio.
El desafío de Grido en los próximos años será sostener su escala masiva sin perder relevancia en un mercado que valora cada vez más la personalización y la innovación gastronómica. La marca deberá balancear su ADN popular con la necesidad de atender nuevas demandas, como productos más saludables, experiencias digitales de compra y expansión internacional sostenible.
El modelo de franquicias accesibles de Grido demostró que la innovación empresarial no siempre implica sofisticación tecnológica, sino entender a las audiencias y responder con un modelo inclusivo, eficiente y cercano.
Grido convirtió un placer ocasional en un hábito cotidiano, transformando al helado en parte de la vida diaria de millones de personas. Su éxito radica en una mezcla de precio competitivo, logística impecable y un enfoque comunitario que lo mantiene como líder indiscutido en la región.
La lección es clara: cuando una marca se integra al barrio y se vuelve parte de la mesa familiar, logra un nivel de fidelidad que difícilmente pueda ser replicado por competidores externos.